Ada Kourí: La viuda del canciller
Posiblemente esta haya sido la última entrevista de prensa concedida por ella, antes de fallecer el año pasado. Cardióloga de profesión, esposa del canciller de la Dignidad Raúl Roa García, vivió momentos importantes de la historia cubana desde los años treinta del siglo pasado. Participó en la devolución del corredor de autos argentino Juan Manuel Fangio.
Por Norland Rosendo González
Hay gente que no envejece. La experiencia cuando se confabula con la voluntad, con los deseos de vivir y hacer; y pacta con la sonrisa para burlarse del cansancio y las arrugas, dota a las personas de una eterna juventud, que las hace portentosas y sublimes. La octogenaria Ada Kourí es una de ellas. Amaneció el 1ro de enero de 1959 en La Habana, y supo más por intelecto que por intuición que aquella era la Revolución verdadera, no la frustrada del 30. Junto a su esposo se sumó a ella. Él como diplomático, como el Canciller de la Dignidad; Ada como médica. ¿Cómo fue su encuentro con Raúl Roa? Lo conocí en la cárcel del Príncipe, cuando estuvo preso junto a otros jóvenes que se oponían a la dictadura de Gerardo Machado, eran los inicios de la década del treinta. En ese tiempo Roa era un muchacho alto, delgado, con una melena muy bonita, de veras era muy interesante, romántico. También estaba allí Pablo de la Torriente Brau, quien sería después un excelente amigo de la familia. ¿Qué recuerda de él? Era una persona única, simpático, cariñoso. Iba mucho a casa. Era un periodista excelente, hacía unas crónicas bellísimas y muy sagaces. Recuerdo ahora las relacionadas con los sucesos del Realengo 18. La última vez que nos vimos fue en Estados Unidos, donde estábamos exilados tras la caída de Machado, cuando Pablo decidió irse a la guerra civil española. Y usted se decidió por la vocación familiar... ...Tras mi regreso de Estados Unidos, en el año 1937 comencé a estudiar Medicina hasta el 1943. Trabajé durante mucho tiempo en el Hospital Calixto García. Allí montamos el primer departamento de Hemodinámica del país. La especialidad vino cuando tuvimos que exiliarnos en México en tiempos de la dictadura de Batista. Allí matriculé en el Instituto de Cardiología, un excelente centro docente, investigativo y clínico. Cuando regresó de México la situación cubana era difícil, el dictador Fulgencio Batista había incubado un descontento generalizado en la población. ¿Cómo participó usted en las actividades revolucionarias? Aunque colaboré con el movimiento 26 de julio, tuve una participación más activa en la Resistencia Cívica. Recogíamos dinero y medicinas para mandar a la Sierra Maestra, trasladábamos personas perseguidas a lugares seguros. Como yo tenía buenas relaciones en algunas de las embajadas ayudé a buscar asilo para revolucionarios que lo necesitaron. ¿Y cómo fue su participación en la devolución del corredor de autos Juan Manuel Fangio? Le comunicaron a mi esposo que había que devolver a Fangio enseguida (había sido secuestrado en La Habana, adonde vino para participar en una competencia, por un comando revolucionario para demostrar la vitalidad del movimiento, lo que significaría un golpe contundente para la tiranía; el famoso corredor reconoció el trato respetuoso que recibió durante esos momentos.) Temían que los esbirros lo capturaran, lo mataran y al final les adjudicaran el asesinato a los jóvenes revolucionarios. Le dije que yo podía hacer las gestiones porque tenía amigos en la embajada argentina. Planificamos cómo realizar la devolución sin levantar sospechas. Fangio sería conducido hasta el apartamento de un agregado de Argentina, desde donde el deportista sería trasladado hasta la sede de la embajada de ese país. Aunque al principio hubo reservas, porque la entrada del inmueble estaba demasiado iluminada, todo se resolvió sin contratiempos. Le pedí al funcionario que mantuviera mi nombre en silencio para no comprometer a mi marido. Al triunfo de la Revolución cubana fue designada directora del Instituto Nacional de Higiene, ¿qué recuerda de entonces? Aquel centro era un desastre: las vacunas no tenían ninguna potencia, no existían reuniones científicas, ni bibliotecas y en los laboratorios los especialistas trabajaban sin aditamentos. Muchos de los equipos estaban en los domicilios de algunos investigadores que trabajaban de forma privada. Enseguida me di a la tarea de averiguar los puntos débiles del lugar, conocer los médicos, buscar asesoría de organismos internacionales como la OPS y la OMS, experiencias foráneas, y consultar con especialistas cubanos muy buenos. Además hicimos la primera casa de animales de experimentos. Se crearon vacunas antitíficas y contra la viruela. Los laboratorios fueron climatizados para poder mantenerlos a una temperatura adecuada, y en cada uno fue reinstalado el equipamiento necesario. Una vez a la semana se efectuaban las reuniones científicas, en las cuales invitábamos a especialistas conocedores del tema propuesto para el debate. Poco tiempo después mi pasión por la cardiología me impidió continuar en el Instituto, pero hoy me siento muy satisfecha con los resultados de aquella labor. En el libro El Canciller, del periodista Manuel González Bello, se narra una frase suya que caracterizó la respuesta cubana ante la conspiración de los diplomáticos del continente, en la reunión de Costa Rica... Sí, me acuerdo de aquel momento. No podíamos tolerar más aquella confabulación en contra de Cuba. Raúl se paró junto con el resto de la delegación nuestra para abandonar el recinto. Entonces yo grité “Esto es una demostración de virilidad en una reunión de castrados”. Cuando le preguntamos por Fidel sonríe. Nos muestra una fotografía reciente en la que aparece conversando con él “mira como me atiende”, comenta jocosamente. “Roa y Fidel tenían excelentes relaciones. Iba frecuentemente a conversar, a intercambiar con mi esposo. Fidel tiene una inteligencia increíble. Es un hombre muy carismático, un líder nato, con voluntad y vocación humanista. La cultura de Fidel es vasta. Habla de todo, le gusta reflexionar con las personas preparadas. Y nunca muestra arrogancia. ¿Qué opinión tiene sobre los progresos de la medicina a partir de 1959? La medicina cubana le debe mucho a la Revolución. Desde los primeros momentos se destinaron recursos, se le dio prioridad a la salud. Aquí están los resultados, y no es que seamos perfectos. No siempre el tratamiento es el adecuado, ni las condiciones las mejores… Pero la cantidad de profesionales que tenemos, los indicadores; la extensión de los servicios médicos hasta los lugares más postergados de la Sierra, del Escambray o de la Ciénaga de Zapata, el rigor científico de nuestros especialistas, y el talento, junto con la voluntad política demuestran cuánto se ha hecho en beneficio de la salud de los cubanos.Posiblemente esta haya sido la última entrevista de prensa concedida por ella, antes de fallecer el año pasado. Cardióloga de profesión, esposa del canciller de la Dignidad Raúl Roa García, vivió momentos importantes de la historia cubana desde los años treinta del siglo pasado. Participó en la devolución del corredor de autos argentino Juan Manuel Fangio. Por Norland Rosendo González Hay gente que no envejece. La experiencia cuando se confabula con la voluntad, con los deseos de vivir y hacer; y pacta con la sonrisa para burlarse del cansancio y las arrugas, dota a las personas de una eterna juventud, que las hace portentosas y sublimes. La octogenaria Ada Kourí es una de ellas. Amaneció el 1ro de enero de 1959 en La Habana, y supo más por intelecto que por intuición que aquella era la Revolución verdadera, no la frustrada del 30. Junto a su esposo se sumó a ella. Él como diplomático, como el Canciller de la Dignidad; Ada como médica. ¿Cómo fue su encuentro con Raúl Roa? Lo conocí en la cárcel del Príncipe, cuando estuvo preso junto a otros jóvenes que se oponían a la dictadura de Gerardo Machado, eran los inicios de la década del treinta. En ese tiempo Roa era un muchacho alto, delgado, con una melena muy bonita, de veras era muy interesante, romántico. También estaba allí Pablo de la Torriente Brau, quien sería después un excelente amigo de la familia. ¿Qué recuerda de él? Era una persona única, simpático, cariñoso. Iba mucho a casa. Era un periodista excelente, hacía unas crónicas bellísimas y muy sagaces. Recuerdo ahora las relacionadas con los sucesos del Realengo 18. La última vez que nos vimos fue en Estados Unidos, donde estábamos exilados tras la caída de Machado, cuando Pablo decidió irse a la guerra civil española. Y usted se decidió por la vocación familiar... ...Tras mi regreso de Estados Unidos, en el año 1937 comencé a estudiar Medicina hasta el 1943. Trabajé durante mucho tiempo en el Hospital Calixto García. Allí montamos el primer departamento de Hemodinámica del país. La especialidad vino cuando tuvimos que exiliarnos en México en tiempos de la dictadura de Batista. Allí matriculé en el Instituto de Cardiología, un excelente centro docente, investigativo y clínico. Cuando regresó de México la situación cubana era difícil, el dictador Fulgencio Batista había incubado un descontento generalizado en la población. ¿Cómo participó usted en las actividades revolucionarias? Aunque colaboré con el movimiento 26 de julio, tuve una participación más activa en la Resistencia Cívica. Recogíamos dinero y medicinas para mandar a la Sierra Maestra, trasladábamos personas perseguidas a lugares seguros. Como yo tenía buenas relaciones en algunas de las embajadas ayudé a buscar asilo para revolucionarios que lo necesitaron. ¿Y cómo fue su participación en la devolución del corredor de autos Juan Manuel Fangio? Le comunicaron a mi esposo que había que devolver a Fangio enseguida (había sido secuestrado en La Habana, adonde vino para participar en una competencia, por un comando revolucionario para demostrar la vitalidad del movimiento, lo que significaría un golpe contundente para la tiranía; el famoso corredor reconoció el trato respetuoso que recibió durante esos momentos.) Temían que los esbirros lo capturaran, lo mataran y al final les adjudicaran el asesinato a los jóvenes revolucionarios. Le dije que yo podía hacer las gestiones porque tenía amigos en la embajada argentina. Planificamos cómo realizar la devolución sin levantar sospechas. Fangio sería conducido hasta el apartamento de un agregado de Argentina, desde donde el deportista sería trasladado hasta la sede de la embajada de ese país. Aunque al principio hubo reservas, porque la entrada del inmueble estaba demasiado iluminada, todo se resolvió sin contratiempos. Le pedí al funcionario que mantuviera mi nombre en silencio para no comprometer a mi marido. Al triunfo de la Revolución cubana fue designada directora del Instituto Nacional de Higiene, ¿qué recuerda de entonces? Aquel centro era un desastre: las vacunas no tenían ninguna potencia, no existían reuniones científicas, ni bibliotecas y en los laboratorios los especialistas trabajaban sin aditamentos. Muchos de los equipos estaban en los domicilios de algunos investigadores que trabajaban de forma privada. Enseguida me di a la tarea de averiguar los puntos débiles del lugar, conocer los médicos, buscar asesoría de organismos internacionales como la OPS y la OMS, experiencias foráneas, y consultar con especialistas cubanos muy buenos. Además hicimos la primera casa de animales de experimentos. Se crearon vacunas antitíficas y contra la viruela. Los laboratorios fueron climatizados para poder mantenerlos a una temperatura adecuada, y en cada uno fue reinstalado el equipamiento necesario. Una vez a la semana se efectuaban las reuniones científicas, en las cuales invitábamos a especialistas conocedores del tema propuesto para el debate. Poco tiempo después mi pasión por la cardiología me impidió continuar en el Instituto, pero hoy me siento muy satisfecha con los resultados de aquella labor. En el libro El Canciller, del periodista Manuel González Bello, se narra una frase suya que caracterizó la respuesta cubana ante la conspiración de los diplomáticos del continente, en la reunión de Costa Rica... Sí, me acuerdo de aquel momento. No podíamos tolerar más aquella confabulación en contra de Cuba. Raúl se paró junto con el resto de la delegación nuestra para abandonar el recinto. Entonces yo grité “Esto es una demostración de virilidad en una reunión de castrados”. Cuando le preguntamos por Fidel sonríe. Nos muestra una fotografía reciente en la que aparece conversando con él “mira como me atiende”, comenta jocosamente. “Roa y Fidel tenían excelentes relaciones. Iba frecuentemente a conversar, a intercambiar con mi esposo. Fidel tiene una inteligencia increíble. Es un hombre muy carismático, un líder nato, con voluntad y vocación humanista. La cultura de Fidel es vasta. Habla de todo, le gusta reflexionar con las personas preparadas. Y nunca muestra arrogancia. ¿Qué opinión tiene sobre los progresos de la medicina a partir de 1959? La medicina cubana le debe mucho a la Revolución. Desde los primeros momentos se destinaron recursos, se le dio prioridad a la salud. Aquí están los resultados, y no es que seamos perfectos. No siempre el tratamiento es el adecuado, ni las condiciones las mejores… Pero la cantidad de profesionales que tenemos, los indicadores; la extensión de los servicios médicos hasta los lugares más postergados de la Sierra, del Escambray o de la Ciénaga de Zapata, el rigor científico de nuestros especialistas, y el talento, junto con la voluntad política demuestran cuánto se ha hecho en beneficio de la salud de los cubanos.
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