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El Reportero del Escambray

La obra de la Revolución

Con tinta de Festival

Con tinta de Festival

 

Por Norland Rosendo González 

Los periodistas de Vanguardia estuvimos tres días reflexionando sobre los cambios operados en la profesión con las nuevas tecnologías y las novedades en los modos de hacer. Hubo premios para los mejores reporteros y gráficos del último año.  Los tiempos cambian, y con ellos, los modos de hacer periodismo. Ahora la Redacción extraña el sinfónico tecleo de las máquinas de escribir, y ya no se lanzan al cesto, desde todos los ángulos posibles, balones de papel gaceta con los textos mal escritos, pues apareció una papelera de reciclaje que nadie puede tocar, y la puntería es más fácil con un clic.Ahora no solo tenemos lectores en Cuba, sino en cualquier otro país; donde haya una computadora conectada a Internet pueden acceder a Vanguardia, y en menos tiempo del que usted necesita para echar una carta en el buzón de su localidad, otro puede enviarnos un correo electrónico, participar en un foro de discusión on line y discrepar, así como enriquecer, comentar o elogiar un texto. Por eso, entre martes y jueves nos fuimos a la periferia de la ciudad, al Centro de Convenciones Bolívar, lejos de la rutina diaria del periódico, a pensar más en quienes nos leen, porque cada día merecen un producto comunicativo mejor, ameno, relevante, redondo, con lenguaje sencillo y diáfano, sin hojarasca, pero con elegancia en el estilo.Partimos de las mismas preguntas de siempre, las clásicas de la academia: ¿Quiénes son nuestros lectores?, ¿qué buscan en nuestras páginas?, ¿lo encuentran?, ¿escribimos para ellos o para nosotros mismos?, ¿satisfacemos sus expectativas?...La radio, la televisión y las ediciones digitales tienen la primicia de  los hechos; casi nadie compra un diario para enterarse de la noticia, y menos, un semanario. Pero los lectores buscan los periódicos para ver impreso en blanco y negro (todavía los nuestros no salen en colores) datos que, por la inmediatez, esos medios no siempre publican: antecedentes, causas, posibles efectos, los porqués, y la historia en su contexto, con los aportes de otras fuentes, documentales y vivas. ¿Y acaso lo hacemos así? Sobre el tema reflexionó Iraida Calzadilla, profesora de la Universidad de La Habana y colega del matutino Granma. La nota, útil y necesaria siempre, si no es atractiva desde el propio título: sugerente, breve y exacto, no atrapará, será vista solo como un material de relleno. Un espacio perdido.     Abundan las informaciones poco creativas, escritas al tuntún —graficó ella—, con los mismos vicios del discurso administrativo, redactadas sin desconfiar de los datos, como si las fuentes siempre fueran fidedignas, y después, ¿quién las lee?, ¿tendrán el impacto ideológico deseado?Luis Machado Ordetx, uno de los más avezados reporteros de nuestro staff, insistió en que la calidad de cada material periodístico, entonces, es cuestión de ética y de preparación, porque este oficio exige estudio diario, actualización, olfato, y lectura, mucha lectura.  Roger Ricardo Luis, subdirector del Instituto Internacional del Periodismo José Martí, y también experto reportero de Granma, nos convocó a hurgar en los asuntos ocultos, ocultados o en los que rara vez aparecen en la agenda temática de los medios. «A pisar callos de la sociedad», aunque a algunos les duela. Y eso exige pericia, investigación, contraste de fuentes y trabajo en equipo.  Tenemos la deuda de publicar con más frecuencia esos reportajes que abordan, en su mayor amplitud, la cotidianidad, y que ayudan a desnudar problemas para mejorar la sociedad, la economía y hacer más invulnerable nuestro socialismo. El Festival de la Prensa Escrita fue diálogo, autocrítica, balance y hasta proyectamos la redacción de nuevo tipo que sueña el director. Sin alarde de tecnología; sí de inteligencia. Y esa última idea fue destacada, además, por Tubal Páez Hernández, presidente nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), quien dijo que más recursos no siempre implican más calidad en las propuestas comunicativas. Los tiempos cambian, y Vanguardia examinó sus derroteros, porque los lectores buscan cada sábado por la mañana textos de calidad, y en la gran red de redes, a cualquier hora, solo hacen clic en nuestra dirección electrónica, si perciben un periodismo auténtico, fresco y profundo.

¡¡¡LLEGÓ LA SEÑAL, SE ACABÓ EL SILENCIO!!!

  

Por Norland Rosendo González

  Hasta la escuela rural Obdulio Morales de Jibacoa, en el Escambray, llegó la mano de la Revolución para instalar una antena satelital que permite captar en ese paraje la señal televisiva. Por primera vez en su historia la ESBEC Obdulio Morales dejó de vivir con un día de retraso en el conocimiento de las noticias.  Fundada hace 28 años, en esta escuela no es posible captar las señales televisivas con las antenas convencionales, pues está ubicada entre farallones empinados que lo impiden. Hasta este curso era la única secundaria básica de la provincia enclavada en una zona de silencio, término con que los especialistas identifican esta dificultad técnica. Los alumnos albergados conocían las noticias más importantes de Cuba y el mundo al día siguiente en los matutinos y las clases. Y de las aventuras y novelas solo sabían —salvo quienes aprovechaban las penumbras de la noche para escaparse hasta los hogares de la comarca— por las narraciones de sus compañeros seminternos durante los recesos. Pero septiembre empezó diferente. Un receptor satelital de televisión, que instaló el departamento técnico de la división de Radio Cuba en Villa Clara, permite recibir las anheladas señales. Las imágenes son nítidas; el audio, claro, mejor que en la mayoría de los telerreceptores de los hogares vecinos. Había mucha expectativa cuando hicieron las primeras pruebas; y al verificar que el dispositivo funcionaba, cuenta el director del centro, Omar Martínez Darias, que vivieron, al fin, el emocionante momento de la primera vez que las pantallas no «se encendían en blanco». Quedaba atrás también la zozobrante experiencia, aunque única posible hasta entonces, de grabar las teleclases en Manicaragua y trasmitirlas una semana después. Por eso, afirma Martínez Darias, ahora podrán aplicar con mayor calidad y eficiencia los nuevos modelos pedagógicos, que tienen en el programa audiovisual un componente esencial.  «No hay dudas de que mejorará de manera integral el proceso de aprendizaje de los alumnos», resume.  Era una auténtica odisea: nos grababan los casetes allá abajo y los subían en las guaguas de los profesores o en cualquier otro transporte que viniese para acá. A veces no se escuchaban bien, venían grabados hasta la mitad o sin imágenes.  Había que revisarlos cuidadosamente, y no pocas veces, con la clase casi encima, teníamos que regresar para copiarlos otra vez. Vivíamos de sobresalto en sobresalto.»  Aquí estudian más de 300 alumnos de los 17 asentamientos rurales del Plan Turquino, quienes, como Danny López, Liyan Fernández, Geydi Pérez y Darién Duardo, los cuatro de noveno grado, hablan de un antes y un después en la «Obdulio Morales» con la instalación de la antena. «Desde septiembre podemos estar mejor actualizados, recrearnos, enriquecer nuestra cultura. Algunos compañeros nuestros —que viven monte adentro, lejos de las comunidades— nunca habían visto televisores de 29 pulgadas y al principio quedan asombrados con las imágenes grandes. Ese privilegio no existía aquí antes», relatan gozosos.  Para ellos las noches no serán monótonas como en los cursos anteriores, cuando solo el día de la recreación transcurría diferente. El resto de las jornadas nocturnas aburrían las mismas historias y cuentos de siempre, las mejores hazañas de cada uno, hasta que el sueño los vencía, y se iban a las camas, repitiendo el mismo deseo: si se viera la TV… Una quimera que dejó de serlo, gracias a los esfuerzos de la Revolución para desarrollar un programa educativo integral en todo el país, incluyendo los más intrincados parajes. 
  

El mejor gol de Amadito

El mejor gol de Amadito  

Por Norland Rosendo González

La historia de un niño discapacitado de la localidad de Güinía de Miranda, en el Escambray, que, gracias a la existencia de un Joven Club en ese paraje de la montaña, ha podido cumplir su sueño de aprender el fascinante mundo de la computación.

 El balón está en la media cancha. Hace un clic y comienza el partido de fútbol. Con la mano derecha recostada a la mesa para poder colocar los dedos sobre el mouse, Amado Morales Medina guía a los jugadores con tanta destreza que logra pases cortos, al estilo de Brasil. Se acerca a la portería rival, triangula y tira… casi burla al portero. — ¿Y a eso solo tú vienes al Joven Club?  (Sigue el juego mientras habla). No, yo aquí he aprendido mucho, a trabajar en Word, hacer tablas, dibujar. Mi profe, Yunisdey Sánchez Valladares, es muy buena y muy bonita también, y mientras termina el elogio encoge los hombros y achica los ojos. Intenta reírse otra vez, pero tiene que evitar un contragolpe de los rivales… Si tuviera una computadora en mi casa no dormiría. Yo sueño con ellas, y eso que me paso las noches aquí, conversando con los CVP» Ahora casi anida un gol. Con la agilidad de sus dedos, a pesar de la distrofia muscular progresiva, dejó detrás a tres defensas y falló por milímetros. «Los fines de semana me entretengo con las películas y los juegos. Este de fútbol es de los que más me gusta». — Pero recibes otras clases durante la semana, ¿en ellas te va tan bien como en la computación?   Dos veces por semana viene una maestra de Manicaragua. Ya yo estoy en quinto grado. Español es mí asignatura preferida, pues aprendo a no tener faltas de ortografía, aunque la computadora me las señala. También recibo matemáticas, historia, ciencias… Goooooool, Amadito acaba de anotar uno. Ahora está delante en el marcador y lo disfruta como si estuviese en medio del terreno. «Yo sabía de las computadoras por mi profesora que me llevaba a la escuela primaria José Tey de la localidad. Allí me enamoré de ellas. Cuando supe que construirían un Joven Club aquí, cerca de mi casa, pensé que era un sueño. Me entretenía solo con la televisión.» —¿Es verdad que tú chequeabas la obra todos los días? ¿Quién te dijo eso? Yo venía a conversar con los obreros y ver el trabajo. Tite Rojas, Juan, Joseíto y los otros constructores fueron mis primeros amigos en el Joven Club. Después llegaron los profesores Humbertico, Yoelys, Yuleimy, la Rubia, que es la mía, la directora Maibel y Mayelín. Ellos son como mi familia.Ahora es la computadora, hábil en eso de aprovechar las oportunidades de los humanos, quien le marcó un gol. Se empató el partido. Pero la diestra de Amadito maniobra rápido, y sus atletas hacen pases cortos y elegantes (si los cubanos jugaran así). Otra vez domina el mediocampo.  «Si no fuera por Fidel. Yo sé que esta idea de hacer los Joven Club fue de él; igual que la de ponerme una maestra para mí solo en la casa. Si pudiera le daría un abrazo grande y un beso. La computadora es casi parte de mí, de mis sueños. La quiero como a una novia.»Está a punto de concluir el partido. Pero él no se conforma con el empate. Tira un balonazo desde el fondo del campo, sus dedos manipulan el mouse igual que los titiriteros, apenas puede percibirse el clic, perfecta recepción del delantero, y mejor el tiro a puerta: Goooool.
 Por Norland Rosendo González El balón está en la media cancha. Hace un clic y comienza el partido de fútbol. Con la mano derecha recostada a la mesa para poder colocar los dedos sobre el mouse, Amado Morales Medina guía a los jugadores con tanta destreza que logra pases cortos, al estilo de Brasil. Se acerca a la portería rival, triangula y tira… casi burla al portero. — ¿Y a eso solo tú vienes al Joven Club?  (Sigue el juego mientras habla). No, yo aquí he aprendido mucho, a trabajar en Word, hacer tablas, dibujar. Mi profe, Yunisdey Sánchez Valladares, es muy buena y muy bonita también, y mientras termina el elogio encoge los hombros y achica los ojos. Intenta reírse otra vez, pero tiene que evitar un contragolpe de los rivales… Si tuviera una computadora en mi casa no dormiría. Yo sueño con ellas, y eso que me paso las noches aquí, conversando con los CVP» Ahora casi anida un gol. Con la agilidad de sus dedos, a pesar de la distrofia muscular progresiva, dejó detrás a tres defensas y falló por milímetros. «Los fines de semana me entretengo con las películas y los juegos. Este de fútbol es de los que más me gusta». — Pero recibes otras clases durante la semana, ¿en ellas te va tan bien como en la computación?   Dos veces por semana viene una maestra de Manicaragua. Ya yo estoy en quinto grado. Español es mí asignatura preferida, pues aprendo a no tener faltas de ortografía, aunque la computadora me las señala. También recibo matemáticas, historia, ciencias… Goooooool, Amadito acaba de anotar uno. Ahora está delante en el marcador y lo disfruta como si estuviese en medio del terreno. «Yo sabía de las computadoras por mi profesora que me llevaba a la escuela primaria José Tey de la localidad. Allí me enamoré de ellas. Cuando supe que construirían un Joven Club aquí, cerca de mi casa, pensé que era un sueño. Me entretenía solo con la televisión.» —¿Es verdad que tú chequeabas la obra todos los días? ¿Quién te dijo eso? Yo venía a conversar con los obreros y ver el trabajo. Tite Rojas, Juan, Joseíto y los otros constructores fueron mis primeros amigos en el Joven Club. Después llegaron los profesores Humbertico, Yoelys, Yuleimy, la Rubia, que es la mía, la directora Maibel y Mayelín. Ellos son como mi familia.Ahora es la computadora, hábil en eso de aprovechar las oportunidades de los humanos, quien le marcó un gol. Se empató el partido. Pero la diestra de Amadito maniobra rápido, y sus atletas hacen pases cortos y elegantes (si los cubanos jugaran así). Otra vez domina el mediocampo.  «Si no fuera por Fidel. Yo sé que esta idea de hacer los Joven Club fue de él; igual que la de ponerme una maestra para mí solo en la casa. Si pudiera le daría un abrazo grande y un beso. La computadora es casi parte de mí, de mis sueños. La quiero como a una novia.»Está a punto de concluir el partido. Pero él no se conforma con el empate. Tira un balonazo desde el fondo del campo, sus dedos manipulan el mouse igual que los titiriteros, apenas puede percibirse el clic, perfecta recepción del delantero, y mejor el tiro a puerta: Goooool.

Zara Santa tiene un nuevo novio

Por Norland Rosendo González

Bajo una inocente llovizna llegó, a las diez de la noche, el carro que reparte sueños a las familias más pobres, con su carga de estibadores jóvenes y la caja con el regalo enviado por el nuevo novio de Zara Santa López Ponce.Desde muy temprano aguardaba en el portal para recibir el obsequio. Y desde hace mucho tiempo, a pesar de los años de poca bonanza económica, sabía que él no se olvidaría de ella.Mientras, esta mujer de ojos brillosos alimentaba y cuidaba a sus hijos: Rosa García de 42 años, con retraso mental profundo y Humberto (el pingüe), de 44, con retraso mental severo, gracias al esfuerzo sin descanso de sus manos y piernas en largas caminatas y diversas faenas para ganarse el dinero, y la energía de su risa sin malicia para soportar momentos amargos.Pero ahora Zara Santa cuenta con la ayuda de su novio. Y como él es tan bueno, y tiene tantas enamoradas como ella, lo celará, desde la pantalla del PANDA que le regaló la noche del miércoles, para amarlo con todo su corazón, aunque se le salga del pecho al verlo anunciando más noticias buenas para quienes nunca perdieron la fe en la Revolución. 

El día que comenzó dos horas antes 

Cuando llegó el carro no había luces encendidas en su modesta vivienda. Todos dormían. Esperaron hasta que la noche los venció, y amanecieron más temprano que de costumbre —y eso que Zara Santa se le adelanta a los gallos—. El jueves para su familia comenzó dos horas antes de que terminara el miércoles, con el arribo del televisor, el primer equipo electrodoméstico de la casa. En su rostro se dibujó, sin maquillajes, la inocencia de las niñas pobres cuando le regalan una muñeca nueva. Repartió besos, risas y gracias, en la penumbra de una noche sin estrellas e iluminada por el candil de un mechón de llamas que dejan sus volutas impresas en el techo.«Yo quería encender la luz nueva— la única eléctrica existente en el hogar—, pero, óigame, ajunté los alambritos esos y me entró un calambre en los dedos que bailé sin música, y los solté de un tirón, ¡qué va, yo no toco eso más! «Nunca fui a la escuela, pero yo sé mucho, a mí no hay maleante que me meta por mal camino. La gente del otro gobierno era mala. Desde chiquita yo estaba 'trepá' en un taburete cocinando. Fidel sí es bueno, y la muchachita rubia —la trabajadora social Yanislay Moreno Rodríguez—, es de los hijos que él tiene por aquí para atendernos a nosotros.«Usted sabe, ella y yo somos buenas amigas. Me trajo calderos, platos, un colchón y la sabanita blanca pa’ la cama de pingüe. La tenía puesta para cuando ustedes llegaran pero él se acostó antes.» Zara Santa duerme en una colchoneta rellena con paja de arroz y la hija se cubre por las noches con una lona de montero. Mucho frío que pasaron en diciembre y enero, cuando se tiraban hasta los  sacos encima para resistir las temperaturas heladas que se colaban por las hendijas de las puertas y ventanas.«Y yo que les quería hacer café pero no me dejaron molerlo, porque ustedes venían en cualquier momento. El molino que a mí me gusta queda lejos, por la calle de La Cruz (casi a dos kilómetros de su casa). Cuando me dijeron lo del televisor me puse nerviosa, como atizá de los nervios, y encendía mi mocho de tabaco y se apagaba, y una vecina me quería dar una pastilla, pero le decía que no, yo corría de aquí pa’ allá, con una alegría que casi lloro.»Me van a traer una mesita bonita de las lomas para ponerlo, porque la única que tengo es está, la de comer. Ya compré la cosita esa para poner la corriente (un toma), me costó quince pesos, me dejó pelá la cartera, pero así se entretienen los muchachos míos. Ellos no salen a ningún lugar ni a casa de los vecinos casi.

— ¿Y qué vas a ver en el televisor, pingüe?

Se ríe. Baja la cabeza y murmura: los muñequitos, y se esconde detrás de una puerta.

— ¿Y tú, Rosa?

La novela, responde, alargando ingenuamente la frase, mientras encoge los hombros y achica los ojos brillosos.Al día siguiente, con los primeros claros, los vecinos fueron a ayudar a Zara Santa López Ponce a instalar el televisor que le mandó su nuevo novio, quien, como dice ella, es el mejor que puede tener una mujer en este mundo: Fidel Castro Ruz.

La paz del Escambray se defenderá hasta con machetes

Por Norland Rosendo González

 Cada mañana las alturas del Escambray, en el centro de la Isla, amanecen tan azules como en los últimos meses de 1958, cuando el Che Guevara estableció aquí su campamento y liberó los pueblos de esa región, víctimas de los gobiernos lacayos impuestos por Estados Unidos a inicios del siglo pasado.

Los moradores de la serranía, donde la Revolución ha erigido una colosal obra socioeconómica, apenas supieron de la Proclama del Comandante en Jefe al pueblo de Cuba, comenzaron a ratificar la convicción de que estas montañas son un bastión inexpugnable para el enemigo, por muy poderoso que sea este en armamento.

«Cada palmo de este sitio será una trinchera, una emboscada para enfrentar a quien intente agredirnos», aseveró Eddy Juvier Duardo, un hombre que cumplió misiones en Viet Nam, lugar del que recuerda las tristes secuelas dejadas en ese país por la saña del imperialismo yanqui; y Angola, donde también vivió la barbarie de las tropas sudafricanas amparadas por Washington.

En los asentamientos del lomerío villaclareño hay confianza en la Revolución, en Fidel, aunque deba permanecer unas semanas de reposo para restablecer su salud, y en la unidad de todo el pueblo, guiado por el Partido Comunista de Cuba, razón por la cual nadie tembló mientras escuchaba la Proclama, y están dispuestos a defender la paz de estas montañas hasta con los mismos machetes empleados en las jornadas de trabajo en los cafetales.

El Escambray amaneció tranquilo, como de costumbre, con su gente inmersa en las faenas habituales, solo que el tema de conversación era el mismo en todos los lugares: ¿cómo estará Fidel?, ¿habrá pasado mejor la noche?

 De estas lomas nunca nadie se ocupó antes del Primero de Enero de 1959. Los campesinos vivían en bohíos construidos con pedazos de tablas y guano de palma, con pisos de tierra, sin luz eléctrica; existían poquísimas escuelas rurales y ningún hospital.

Las carreteras eran los trillos hechos por los caballos y los mulos; y los niños tenían por juguetes los instrumentos de trabajo para ayudar a la economía familiar.

Pero las promesas del Che y Fidel sí se hicieron realidad, pues no venían de los políticos tradicionales que solo subían a esas alturas de elección en elección, tras los votos de los habitantes del Escambray, y después se olvidaban de sus compromisos  demagógicos.

Hoy en estas lomas todos los niños tienen garantizados los estudios, y en Jibacoa, una de las localidades más intrincadas, existe una sede universitaria para formar especialistas en deporte.Desde hace varios años no se registran decesos infantiles ni maternos durante el parto, y la red de asistencia médica alcanza los más recónditos parajes de esta geografía, donde también funciona un centro de investigaciones sobre el café que descuella por sus aportes científicos.

Las escuelas están dotadas de computadoras, televisores y vídeos para garantizar la calidad de la enseñanza, similar a la de los centros educacionales de las ciudades, y en aquellos lugares donde no llega el servicio de electricidad, fueron instalados paneles solares que tributan la energía requerida para el funcionamiento de estas tecnologías.

«Sobradas razones para vivir orgullosos de la obra de la Revolución aquí, y trabajar cada día más», afirmó el joven Franklin Águila Rodríguez, quien solo está preocupado por la salud del Comandante en Jefe, pues sabe que en esta serranía la gente ama la paz, «y quien intente alterarla encontrará la respuesta convincente de un pueblo humilde, pero muy valiente y revolucionario, que no se deja encantar por los cuentos de las sirenas frustradas de Miami».