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El Reportero del Escambray

Zara Santa tiene un nuevo novio

Por Norland Rosendo González

Bajo una inocente llovizna llegó, a las diez de la noche, el carro que reparte sueños a las familias más pobres, con su carga de estibadores jóvenes y la caja con el regalo enviado por el nuevo novio de Zara Santa López Ponce.Desde muy temprano aguardaba en el portal para recibir el obsequio. Y desde hace mucho tiempo, a pesar de los años de poca bonanza económica, sabía que él no se olvidaría de ella.Mientras, esta mujer de ojos brillosos alimentaba y cuidaba a sus hijos: Rosa García de 42 años, con retraso mental profundo y Humberto (el pingüe), de 44, con retraso mental severo, gracias al esfuerzo sin descanso de sus manos y piernas en largas caminatas y diversas faenas para ganarse el dinero, y la energía de su risa sin malicia para soportar momentos amargos.Pero ahora Zara Santa cuenta con la ayuda de su novio. Y como él es tan bueno, y tiene tantas enamoradas como ella, lo celará, desde la pantalla del PANDA que le regaló la noche del miércoles, para amarlo con todo su corazón, aunque se le salga del pecho al verlo anunciando más noticias buenas para quienes nunca perdieron la fe en la Revolución. 

El día que comenzó dos horas antes 

Cuando llegó el carro no había luces encendidas en su modesta vivienda. Todos dormían. Esperaron hasta que la noche los venció, y amanecieron más temprano que de costumbre —y eso que Zara Santa se le adelanta a los gallos—. El jueves para su familia comenzó dos horas antes de que terminara el miércoles, con el arribo del televisor, el primer equipo electrodoméstico de la casa. En su rostro se dibujó, sin maquillajes, la inocencia de las niñas pobres cuando le regalan una muñeca nueva. Repartió besos, risas y gracias, en la penumbra de una noche sin estrellas e iluminada por el candil de un mechón de llamas que dejan sus volutas impresas en el techo.«Yo quería encender la luz nueva— la única eléctrica existente en el hogar—, pero, óigame, ajunté los alambritos esos y me entró un calambre en los dedos que bailé sin música, y los solté de un tirón, ¡qué va, yo no toco eso más! «Nunca fui a la escuela, pero yo sé mucho, a mí no hay maleante que me meta por mal camino. La gente del otro gobierno era mala. Desde chiquita yo estaba 'trepá' en un taburete cocinando. Fidel sí es bueno, y la muchachita rubia —la trabajadora social Yanislay Moreno Rodríguez—, es de los hijos que él tiene por aquí para atendernos a nosotros.«Usted sabe, ella y yo somos buenas amigas. Me trajo calderos, platos, un colchón y la sabanita blanca pa’ la cama de pingüe. La tenía puesta para cuando ustedes llegaran pero él se acostó antes.» Zara Santa duerme en una colchoneta rellena con paja de arroz y la hija se cubre por las noches con una lona de montero. Mucho frío que pasaron en diciembre y enero, cuando se tiraban hasta los  sacos encima para resistir las temperaturas heladas que se colaban por las hendijas de las puertas y ventanas.«Y yo que les quería hacer café pero no me dejaron molerlo, porque ustedes venían en cualquier momento. El molino que a mí me gusta queda lejos, por la calle de La Cruz (casi a dos kilómetros de su casa). Cuando me dijeron lo del televisor me puse nerviosa, como atizá de los nervios, y encendía mi mocho de tabaco y se apagaba, y una vecina me quería dar una pastilla, pero le decía que no, yo corría de aquí pa’ allá, con una alegría que casi lloro.»Me van a traer una mesita bonita de las lomas para ponerlo, porque la única que tengo es está, la de comer. Ya compré la cosita esa para poner la corriente (un toma), me costó quince pesos, me dejó pelá la cartera, pero así se entretienen los muchachos míos. Ellos no salen a ningún lugar ni a casa de los vecinos casi.

— ¿Y qué vas a ver en el televisor, pingüe?

Se ríe. Baja la cabeza y murmura: los muñequitos, y se esconde detrás de una puerta.

— ¿Y tú, Rosa?

La novela, responde, alargando ingenuamente la frase, mientras encoge los hombros y achica los ojos brillosos.Al día siguiente, con los primeros claros, los vecinos fueron a ayudar a Zara Santa López Ponce a instalar el televisor que le mandó su nuevo novio, quien, como dice ella, es el mejor que puede tener una mujer en este mundo: Fidel Castro Ruz.

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