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El Reportero del Escambray

Gente de la montaña

A tres cuadras del cielo

A tres cuadras del cielo El 2 de junio se cumplieron 20 años de iniciado el Plan Turquino Manatí, un proyecto para mejorar la calidad de vida de los habitantes de las serranías y garantizar su permanencia en esos sitios. Esta semana departimos con los moradores de Arroyo Bermejo, una comunidad que queda

A TRES CUADRAS DEL CIELO

Por Norland Rosendo González

Foto: Carolina Vilches Monzón

ARROYO BERMEJO (Manicaragua).— Cuando uno sube por primera vez a esta comunidad del Escambray, suele tener un pulmón donde va el hígado, éste en la cavidad del corazón, y así es tal el desorden de los órganos que largo rato después aún se  siente el caos en la caja del cuerpo.

Sin embargo, muchos de quienes han escalado los tantos metros y curvas, prefirieron asentarse aquí con familia y todo, y disfrutan de la proximidad del cielo y la obra de la Revolución para dignificar la vida de los serranos.

En este sitio vive gente de Holguín, Cienfuegos, Placetas, Santa Clara, Zulueta, San Diego del Valle…

—¿Y cómo es posible esta diversidad de procedencias?, pregunto, mirando de reojo a la enfermera Eneida Ariosa Pérez, que vino desde Zulueta a cumplir el servicio social hace nueve años y al parecer aún no lo ha concluido.

—Dicen que es el agua, quien toma agua de Bermejo se queda para toda la vida. Aquí me casé de nuevo y parí jimaguas. Hasta creo que yo misma nací en estas montañas, solo me falta perderle el miedo a las ranas.

Arroyo Bermejo está en una planicie en la cima del Escambray. Desde una de las cumbres del camino que sube por Cordovanal, dicen que se avista por las noches, cuando la neblina lo permite y abundan las estrellas, el resplandor de los barcos anclados en Casilda y hasta las luces del estadio Augusto César Sandino, de Santa Clara.«Eso lo aseguro yo», afirma Silvano Arbolaez Santana, conductor del tractor que nos trasladó hasta esta comunidad de 49 viviendas de mampostería, casi todas con floridos jardines, y muy limpias y pintadas, a pesar del fango de estos días tan lluviosos.Él conoce cada hueco en el terraplén y los precipicios en las faldas, igual que a la palma de su mano. Tiene 54 años de edad y desde los 17 anda en estos trajines por aquí.A veces, en plena cosecha, cuando no hay ni un rayito de luz en la noche y uno viaja con la carreta llena de sacos de café, los estibadores se bajan y caminan al lado del tractor para poder guiarme. CUANDO EL MONTE SE HIZO PUEBLO Aún la gente recuerda las ráfagas de viento del huracán Dennis, que pasó por Cuba en julio de 2005. No dejó un techo de fibrocemento sano y las planchas volaban como si fuesen alfombras mágicas.    Nadie se amilanó y al otro día comenzaron a recuperarlo todo. Hoy Arroyo Bermejo luce el mismo esplendor que la convirtió en una de las localidades de referencia en el trabajo del Plan Turquino Manatí.Osmany Arteaga Aguilar lleva una década de delegado de la circunscripción. Para él, la mayor virtud de los electores es la participación activa en todas las actividades que organizan.«Lo mismo en las faenas cafetaleras, que en el embellecimiento de las viviendas y demás locales, que en la búsqueda y ejecución de las soluciones a los problemas comunitarios. La asistencia a las reuniones de rendición de cuentas supera el 96%», enfatiza. Desde el portal de su confortable casa, Gilberto Carpio Álvarez —para todos los serranos: Pillo— disfruta la tarde fresca y el saludo de los vecinos. Él es uno de los fundadores de la comunidad.«Esto era un inmenso monte hasta que llegamos los primeros encargados de hacer un plan de café en 1979. Solo había dos casitas de tabla de palma, y apenas pasaban los caballos por debajo de tantas matas. «En 1984 empezaron a construir las primeras viviendas. Primero fueron 20 casas; después, con el incremento de los programas cafetaleros, se decidió edificar las otras, hasta completar la cifra actual», rememora Pillo.A todas llega el agua tres veces al día, abastecidas por un pozo de 17 metros de profundidad y una red de acueducto. Gracias a la Revolución Energética, los refrigeradores son nuevos y más eficientes, y los fogones de leña y kerosén dejaron de ser los protagonistas de la cocina.   Con el inicio del Plan Turquino, hace 20 años, se desarrolló un programa de construcciones para el beneficio social, que incluyó bodega, panadería, círculo social, parque infantil, sala de video, escuela primaria y el consultorio del médico de la familia.La instalación de salud está dotada actualmente con oxígeno, Negatoscopio (para analizar radiografías), autoclave (para esterilizar), Electroestímulo (para acupuntura), farmacia y de los equipos requeridos para prestar los primeros auxilios en casos de emergencia.A la usanza de las familias rurales, al fondo de una de las aulas de la escuela Antonio Castellanos hay una tinaja con agua fresca. Bajo la tutela de los maestros Reinel Pérez Duardo y Osmany Cruz Viera se forman 16 alumnos. Ambos cursan maestrías en las ciencias pedagógicas y confirman la utilidad de los medios audiovisuales para el aprendizaje en estas comarcas.«A los niños les interesa mucho la flora y la fauna de otros países. Ya uno les puede mostrar imágenes y vídeos de rinocerontes, hipopótamos y árboles que no abundan aquí».A Lizandra Jiménez Bermúdez y Camilo Martínez Rodríguez, dos pequeños que cursan el segundo grado, les encanta la computación: «aprendemos cosas interesantes, nos ponen juegos y cuentos, como el de Blanca Nieves y La Cucarachita Martínez», aseveran con un leguaje tan fluido, que nada tiene que envidiarle al de sus contemporáneos de las ciudades. El transporte resulta uno de los principales problemas. La guagua sube solo dos días, lunes y viernes, y cuando algún paciente requiere ser trasladado hay que avisar por teléfono para ver si las ambulancias rurales están disponibles.Hace unos meses, hubo que bajar una niña en un mulo, cuenta la doctora Mayleen Estrada Martínez, de Santa Clara, quien lleva aquí nueve meses.—¿Y también piensas quedarte?—No, no. Hasta ahora solo el tiempo del servicio social. Pero no voy a negar que esta ha sido una experiencia nueva, aprendí a montar caballo, cocinar y convivir armónicamente con la naturaleza, menos con las ranas. —¿Atiendes muchos casos diariamente? —La gente de aquí es bastante sana. Ha disminuido el consumo de alcohol y como enfermedades crónicas solo abunda el asma y la hipertensión arterial. También hay parasitismo.   La UBPC garantiza el autoabastecimiento de viandas, que les venden a los obreros a precios módicos (20 centavos la libra) dos veces por semana, hasta completar un per cápita de 26 libras, y cuenta también con un organopónico.Jorge Luis Bermúdez Carpio, administrador de la entidad productiva, asegura que ahora están inmersos en la reanimación de las plantaciones de café. Ya repoblaron una caballería y disponen de las posturas para sembrar otra.En la cosecha anterior recogieron mil 374 latas, de un estimado de seis mil 854, y para la venidera contiendan aspiran a continuar el ritmo de crecimiento.Los aficionados disfrutaron hace dos años que los peloteros del equipo de Villa Clara jugaran un play off con los bates confeccionados por ellos en la carpintería local, donde, además, hacen taburetes, mesas, camas y maletas.Las noches son apacibles aquí. Se escuchan los acordes de algunas guitarras inspiradas en las exuberancias de la naturaleza y las beldades de las mujeres serranas. Otros prefieren jugar dominó o ver películas. Al bajar de Arroyo Bermejo, uno vive nuevamente la experiencia del desorden de los órganos: un riñón fuera de sitio, el hígado cerca de los pulmones… y el corazón, queda loco por quedarse a tres cuadras del cielo.  

La Revolución late en las montañas

Trascendió en una Audiencia Pública Nacional sobre el Poder Popular en las montañas y los 20 años del Plan Turquino, con la asistencia de Ricardo Alarcón de Quesada, presidente del Parlamento de Cuba.

Por Norland Rosendo González

Jibacoa (MANICARAGUA).— Los avances experimentados por los asentamientos rurales comprendidos en el programa de desarrollo integral y sostenible para las regiones serranas del centro de la Isla, fueron reflejados en la Audiencia Pública Poder Popular en las Montañas y 20 años del Plan Turquino Manatí, celebrado en esta localidad del Escambray, a casi 50 kilómetros de Santa Clara.

Presidido por el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) Ricardo Alarcón de Quesada, el encuentro sirvió para demostrar el contraste existente en los índices socioeconómicos de las comunidades montañosas de Cuba y las de otros países, sobre todo de América Latina y el Caribe, donde las condiciones de vida son muy precarias.

El También miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba convocó a los asistentes y las autoridades a mejorar los mecanismos y no conformarse con los logros actuales para garantizar que la vida de los serranos sea cada vez mejor en todos los sentidos.

De acuerdo con datos de la FAO citados en la Audiencia, la mayoría de los más de 7 millones de personas que habitan los Andes son pobres. En el Himalaya, 118 millones de personas utilizan recursos menguantes de los campos agrícolas, los pastos y los bosques para poder subsistir. De los 18 países y regiones identificados por las Naciones Unidas como necesitados en grado sumo de asistencia humanitaria, 11 resultan montañosos.

América Latina y el Caribe sufre un acelerado proceso de destrucción de bosques, solo en el 2003 fueron devastados 2,5 millones de hectáreas de selva en la Amazonia, zona que reúne la mitad biológica del planeta.

Sin embargo, los habitantes de las serranías cubanas exhiben indicadores sociales, económicos y ambientales, que elevan su calidad de vida y confirman la acertada prioridad que la Revolución de 1959 le ha otorgado a esas regiones.

Como resultados palpables del Plan Turquino Manatí se pueden mencionar la ampliación de la red eléctrica, la construcción de mini y micro hidroeléctricas que benefician a las comunidades intrincadas, la incorporación de grupos electrógenos, paneles solares y trasmisores de radio y televisión.

También se ha ampliado la red comercial, las instalaciones deportivas, casas de cultura, salas de video, museos, bibliotecas,  cines y teatros.

Pero los mayores impactos corresponden a los sectores de la Salud Pública y la Educación, con el incremento de círculos infantiles, escuelas de todos los niveles de enseñanza —incluyendo la universitaria—, y una eficiente red de hospitales, policlínicos y consultorios del médico de la familia, con servicios de estomatología, hogares maternos y hogares de ancianos.

En la Audiencia trascendió que actualmente estas regiones logran los índices de mortalidad infantil más bajos del país.

Cuando Estados Unidos promueve la producción de alimentos para convertirlos en combustible, en las montañas cubanas crecen las cosechas de viandas, granos, hortalizas, frutales y carnes, con el propósito de garantizar la soberanía alimentaria de la población residente en esos sitios.Hoy el 24,9% de la superficie total del país es boscosa y se cuenta con un programa forestal para aumentar esa área en los próximos años.

Esta Audiencia dio continuidad a la celebrada en el 2006 en la oriental provincia de Granma, denominada Gobierno y Democracia en las Montañas.

Asistieron el Comandante Faure Chomón, Omar Ruiz Martín, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y su primer secretario en Villa Clara y Alexander Rodríguez Rosada, presidente del Gobierno en la provincia.

También estuvieron presentes representantes de 11 municipios de las provincias de Matanzas, Villa Clara, Cienfuegos, Sancti Spíritus y Ciego de Ávila, en cuyos territorios existen zonas incluidas en el Plan Turquino Manatí.

El toro por la cola

El toro por la cola

Por Norland Rosendo González 

Foto: José Hernández Mesa

Aunque diga el refrán que es más seguro coger el toro por los cuernos, Alfredo Molina González, el mejor vaquero de Villa Clara y uno de los más sobresalientes de Cuba, prefiere hacerlo por la cola.El coleo es una modalidad del rodeo, en la que Piti, como lo conocen, hace gala de su maestría y depurada técnica para derribar al animal por el rabo y hacerlo dar vueltas en el suelo hasta acumular la máxima puntuación posible, y provocar una delirante algarabía en las gradas.El caballo sale hecho una exhalación detrás del toro, se le va arrimando hasta que este queda al alcance de la mano del jinete y lo agarra por el rabo y tira, ¡tira duro!, con mucha habilidad y destreza en el pulseo. Todo ocurre muy rápido, como un relámpago, cae él toro y la gente hace mucha bulla.«Me encanta ver la fanaticada chiflando y aplaudiendo, y a mi mamá allí, con los ojos tapados con las manos, esperando que yo termine la presentación para descubrírselos, porque ella dice que no tiene valor para verme en esa lid con el animal; pero tampoco quiere quedarse en la casa, pues no es una guajira cobarde», asevera.Piti ha sido el único cubano capaz de derrotar a coleadores del continente, donde esta disciplina tiene mucho arraigo entre los llaneros de Venezuela, Colombia y Brasil, por solo citar tres países de tradición en esta disciplina.Eso fue en 1994, durante una exhibición en Rancho Boyeros, en La Habana. La revista especializada El Baquiano, de Colombia, reflejó así el acontecimiento: «nos sorprende el progreso de los vaqueros cubanos, quienes en una reñida final se alzan con el primer lugar en manos de un excelente coleador Alfredo Molina.» —¿A juzgar por las acrobacias, el tiempo y los actores que intervienen, este es un deporte muy riesgoso?Yo tengo varias lesiones en una clavícula y un tobillo. Pero no le cojo miedo, imagínese que un pelotero deje de jugar porque le den tres pelotazos, ya se habría extinguido el béisbol. Es verdad que uno recibe muchos golpes, lidiar con los toros y las vacas salvajes no es cosa de bromas, mas resulta una de las sensaciones irresistibles para las personas que como yo crecimos entre vaqueros.—¿Y dónde aprendiste?Con mi padre, él casi que vivía en este mismo parque de Feria, y desde pequeño yo montaba caballos. Recuerdo que mi primera caída fue hace 29 años, tenía apenas cinco e iba a todo galope con mi hermana. Ya era un jinete en ciernes.—Imagino que deba haber mucha afinidad entre el hombre y el caballoPara cualquier modalidad del rodeo hace falta armonía entre los dos, que el caballo sepa ejecutar los movimientos requeridos, para ello necesita, por lo menos, dos años de adiestramiento después de estar domado. Todas las semanas entrenamos dos veces en jornadas intensas.«Por eso, resulta más difícil cuando competimos en el extranjero, allá no llevamos nuestros caballos, y como este deporte es rentado, siempre nos prestan los de menos habilidades. Nosotros no, los cubanos les dejamos escoger a los visitantes los mejores que tenemos. Nos interesa más la calidad del espectáculo y la alegría del público, que las ganancias metálicas que pueda reportar deslealmente.»—¿Y el resto de los números, también son tan difíciles?El lazo del ternero resulta para mí la modalidad más compleja, tienes derecho a dos oportunidades en solo 25 segundos para enlazarlo, tumbarlo y amarrarle por lo menos tres patas.«En la monta de toros uno se da muchos golpes, no es fácil sostenerse 8 segundos encima del animal, mientras este está brincando para tumbarte. Y no porque sean hembras resultan más dóciles, en el ordeño de vacas salvajes se concursa en dúos, uno la enlaza, la monta (abraca) por la cabeza, y el otro la ordeña, a pesar de las fortísimas patadas que tira. Ay del que coja, es un golpe más contundente que un piñazo de Félix Savón en la punta de la quijada sin utilizar guante.»Piti luce con donaire su uniforme de competencia: camisa de mangas largas tricolor, blanca, azul y roja, el sombrero blanco, botines y el cinto lo ajusta una hebilla metálica muy llamativa.  —¿Existe algún vaquero cubano que te haya servido de referente?Hilario Rodríguez. Ese ha sido el mejor de Cuba de todos los tiempos, y es precisamente de aquí de Manicaragua. Tenía clase y destreza en todos los números, en la monta de toros impuso un récord que difícilmente alguien hubiera podido superar si no llegan a cambiar el reglamento.—¿Además de tu padre, alguien más se dedica a este disciplina en la familia?Mi hermana era Amazonas, ella hacía magníficas exhibiciones en la pista y tengo un sobrino que es tan bueno con la bicicleta como con el caballo. Ahora está en la EIDE, con perspectivas de pasar a la ESPA en ciclismo, pero tiene pinta y fiereza de vaquero, y de los buenos.Desde 1998, Alfredo Molina forma parte de la preselección nacional. Este año tiene previsto asistir en abril a los II Juegos del ALBA, en Venezuela, y en agosto y septiembre irá a los Torneos Mundiales en México y Colombia, respectivamente. Y en esas citas participará, como siempre, para demostrar que no siempre es mejor ni más emocionante coger al toro por los cuernos. 

«A mí me encanta conversar con las matas de café»

«A mí me encanta conversar con las matas de café» A propósito de que el 15 de octubre se celebra el Día de la Mujer Rural, lea aquí la historia de una de las mejores caficultoras del Escambray villaclareño, en el centro de la Isla.  Por Norland Rosendo González

Foto: José Hernández Mesa

JIBACOA (Manicaragua) —. A Cándida Rosa Jiménez Ortiz algunos la consideran una loca en esta comarca del Escambray. Ella se ríe de las habladurías de la gente y no se cansa de conversar con sus matas de café para pedirles que mejoren la parición del grano.

Y parece que el método le surte efecto, pues esta mujer delgada pero fuerte, con dedos largos y finos y ademanes ágiles, está ubicada entre las mejores cosecheras de la zona y ostentó durante los últimos tres años antes de su jubilación en 2005 la condición de Vanguardia Nacional.

«Yo no lo voy a negar, es verdad que hablaba mucho con los cafetos. Cuando llegaba al campo por la mañana comenzaba a decirles cosas para que crecieran rápido y parieran mucho. A veces hasta me enojaba y les advertía que si no tenían buenos rendimientos, los cortaba y sembraba otro.

«Parece que la gente cruzaba cerca cuando estaba en mis conversaciones y después decían por ahí que yo estaba loca porque hablaba sola en el cafetal. Pero eso es puro cuento.»

Para contemplar un zorzal

En Jibacoa hacen temperaturas frías por las madrugadas, ideales para dormir hasta media mañana, pero Cándida se tiraba de la cama temprano. Colaba el sorbo de café imprescindible para empezar la jornada y se vestía con un pantalón verde olivo desgastado, una blusa desmangada —en franco desafío a las santanicas— y se anudaba un pañuelo en la cabeza para protegerse del sol.

A las 7:30 a.m. ya iba entrando en su finca Catimol y no había faena que le cortara la inspiración. Cuando el reportero del Escambray llegó una mañana de mayote 2005, estaba chapeando. Y lo hacía con tanta precisión que en cada movimiento del machete tumbaba las malas hierbas de cuajo, con la misma destreza de un hombre.

Cuentan que algunos la envidian aquí, pues ella apenas se agotaba y le imprimía un ritmo al trabajo que no todos pueden sostener. Mientras otros jadean de cansancio, Cándida solo erguía el cuerpo para contemplar un zorzal posado en una mata de café o saludar algún finquero próximo.

En 72 cordeles de tierra sus cosechas rebasaban cada año las 600 latas del grano, y siempre con una calidad excelente. Tuvo temporadas de sobrepasar las mil latas.  Qué bien canta su machete Cándida trabajó en la agricultura desde joven. Comenzó allá en Polo Viejo, cerca de Trinidad, y al llegar a Jibacoa continuó en ese quehacer. «En el campo hago de todo: desde la chapea, el riego abono, regulación de la sombra, hasta el deshije, y a la hora de la recogida solo se auxiliaba de un grupo de jubilados. Formábamos tremendo piquete. Por esos meses el cafetal era una fiesta.

«También tenía un área para cultivar alimentos. Sembraba arroz, malangas, maíz y frijoles.  A la tierra hay que acariciarla y mimarla de vez en vez para que produzca mucho. Eso exige amor y paciencia...

«No, yo no canto. Prefiero el trino de las aves y el sonido de las ramas de los árboles cuando las bate el viento. Dicen que le saco música al machete, pero eso es una broma.

«Bueno, un buen trago de ron o una cerveza fría nunca se rechazan... Antes sí me encantaban los bailes, los de mi época: un danzón, un son, un sucu sucu... Ahora prefiero la televisión. Yo no me pierdo los discursos de Fidel, los noticieros, y las telenovelas. Para mucha gente la brasileña está mejor, pero a mí me gustan las dos. Después me acuesto.»

La mujer que es un libro

La mujer que es un libro
Por Norland Rosendo González
En las lomas del Escambray existen muchas personas con un envidiable hábito de lectura, un privilegio que antes de la Revolución era solo de las familias acaudaladas con posibilidades económicas para costearse los estudios. Hoy en cualquier paraje de la geografía cubana hay historias como esta.
Qué sería de ella, si en lugar de libros de papel tuviera que cargar con piedras cinceladas, a la usanza de la antigüedad bíblica. Ella, que todos los días va calle arriba y trillo abajo con una jaba llena de títulos, pregonando las bondades de la lectura y conquistando devoradores de letras.—Nada, si los textos aún viniesen en ese soporte, cambiaría la jaba por una carretilla y seguiría en este oficio. Ya casi no recuerdo los viejos tiempos cuando tenía un local para estos menesteres. Ahora soy una promotora ambulante. «Sin embargo, me duele que los libros sufran, encajonados, en espera de las condiciones ideales para exhibirse. No todos tienen la suerte de viajar conmigo en busca de gente que los hojee.»Así de sensible es Blanca Rosa López Carpio, la mujer que ha logrado hacer de la lectura un hábito en muchos moradores de Güinía de Miranda y las comarcas aledañas, y a la que por las venas les fluyen letras, imágenes, décimas, chistes y una pasión desbordada por entretener y enriquecer el espíritu humano.«Mi mayor tristeza sería que un día nadie me pidiera libros, que pasara inadvertida con mi carga colgada de los hombros y no tuviese que mostrarla en un portal, sobre una mesa, en plena acera…, o que la gente bostezara mientras yo lea fragmentos. «Desde que me gradué en la década del 70 empecé a trabajar con niños. Ellos tienen la imaginación de Gabriel García Márquez, y son tan curiosos que exigen de nosotros un esfuerzo adicional para satisfacer sus fantasías. Y eso me gusta, porque yo vuelo con ellos en las alas de las golondrinas y las palomas, navego en los barquitos de papel con los piratas y uso los disfraces de las hadas madrinas para encantarlos.«Con los abuelos es semejante. Solo que las fantasías se convierten en leyendas de sus tiempos, en historias de amor añejas, en sus experiencias juveniles, que mucho me ayudan, pues enriquecen mi acerbo.«Los libros adquieren otras dimensiones con ellos, si son de poesías, ellos improvisan; si de humor, aportan sus chistes. Las tertulias en la Casa de los Abuelos tienen horario de inicio, pero el final es impredecible.«Las horas pasan como si fuesen minutos. Tienen tantas cosas que contar, que yo empiezo a leer y ellos poco a poco se adueñan de la palabra. Son los mejores promotores literarios que he conocido. «Mas, el mayor placer lo experimento con los afiliados a la Asociación Nacional de Ciegos y Débiles Visuales (ANCI).Ellos leen a través de mis palabras, y ponen tanta atención a la inflexión de mi voz, que mudan el rostro según el fragmento, no dejan que el viento les robe los sonidos. «Tienen memoria de elefante, recuerdan con exquisita precisión las escenas, y creo que hasta reconocen mis pasos, pues siempre que paso cerca del taller donde laboran me llaman y recuerdan los libros que más disfrutaron.«La gente de las ciudades cree que aquí se lee poco, pero eso no es verdad. Yo conozco polillas humanas en este pueblo: Rosendo Ávalos, Ángel Meneses, Isabel Hernández, Martha Rodríguez, Reginaldo Ramírez y los dulceros de la repostería, quienes han leído cientos y cientos de ejemplares, de casi todos los géneros. Ya yo no sé de donde buscarles novedades.Con su jaba de textos a cuestas va por los centros laborales, y entre libro y libro, lee sus propias décimas, porque ella tiene de música, poetiza y humorista. Le añade sazón criolla a sus historias con rima, al estilo de Chanito Isidrón, y todos ríen a carcajada. «Yo nunca he guardado los originales, y mira que he escrito poesías, no tendrán mucho valor literario, pero cumplen con su función de entretener, sintetizar gratos recuerdos y rendir homenajes.»  Así transcurren los días y muchas noches de Blanca Rosa, entre libros: prestándolos, comentándolos, dramatizándolos y, aunque ella no conserve los originales de sus obras, escribiéndolos, porque su labor promotora es una de las mejores novelas de amor escrita en estos lares del Escambray.

«Yo me hice comunista con un fotuto en las manos»

 Por Norland Rosendo González 

MANICARAGUA. —José Núñez Ramírez ingresó en el Partido Socialista Popular una mañana de 1949, con trece años. Nadie lo había captado para militar en esa organización, no tenía edad, ni sabía tampoco qué cosa era un partido político. Pero ese día, sin premeditarlo, se hizo militante.Unos guardias rurales llegaron al caserío de San José de Mabujina, entre Güinía de Miranda y Manicaragua, en el centro de la Isla, para desalojar a los campesinos de aquellas tierras.

El pequeño Núñez cogió un cuerno de fotuto y tocó hasta que sus pulmones no resistieron más. Era la señal acordada para que se juntaran los guajiros, se armaran con piedras, palos, machetes, guatacas, y se afilaran los dientes: habría pelea.Y la hubo de veras, cuenta Núñez.

Nadie se dejó intimidar por los uniformados a caballo. Solo pudieron echar al callejón a dos familias la primera vez que fueron, porque la segunda… nadie cedió, y eso que estuvo a punto de armarme. En las palabras de los campesinos había tanta fuerza como la tensión de sus manos en la empuñadura de sus machetes. Los guardias se retiraron.

Así cuenta este viejo militante, fundador del PCC, su primera experiencia contra las miserias de un régimen corrupto, la prepotencia de sus gobiernos.En sus ojos quedaron clavadas las imágenes de aquella jornada, y en su mente comenzó a fraguarse la idea de sumarse algún día, como su padre, al bando de los que se rebelaban contra tantas penurias.     

«Ingresé en la Juventud Socialista y posteriormente en el Partido Socialista Popular porque eran la agrupaciones de izquierda que mejor representaban los intereses de la clase obrera y campesina. Luchaban contra la discriminación, los abusos, los despidos masivos y los desalojos, que eran frecuentes por aquí. 

«Yo pertenecía a la célula de San José de Mabujina, militábamos unas diez personas, liderados por José Toscazo; y teníamos la misión de agrupar a los vecinos, explicarles la situación política del país y cómo debíamos actuar para combatirla.«Las reuniones eran clandestinas: en campos de caña, casas de tabaco, por las noches, a la vera del río, en cualquier lugar poco visible. Mi carné estaba firmado por Blas Roca». 

DESPUÉS VINO LA REVOLUCIÓN 

«Cuando tomaron a Manicaragua, yo estaba en la finca y llegué al pueblo al día siguiente. Inmediatamente me incorporé a la labores de organizar la defensa y garantizar la tranquilidad. Le faltaba muy poco a la dictadura de Batista para colapsar. La gente respiraba la victoria, y hacía falta orden y disciplina para alcanzar el triunfo sin más dificultades». 

Después Núñez se sumó a la Revolución sin reservas. Estuvo en la Limpia del Escambray: primero como explorador en la localización de los bandidos, donde participó en la escaramuza que dejó como saldo el primer alzado muerto en un enfrentamiento contra los milicianos, y después en las operaciones contra esas bandas pertrechadas por Estados Unidos para sembrar el terror en el lomerío del Escambray.

«Tuve el privilegio de saludar personalmente al Comandante en Jefe. En un cerco a una de esos grupos de contrarrevolucionarios se presentó Fidel en la zona. El comandante Félix Torres me presentó y me pidió que lo orientara para llegar hasta Minas Ricas, pues yo era un excelente conocedor del lugar. «Parece que mi explicación le gusto, porque sugirió que me enviaran a la Unión Soviética a estudiar una carrera militar. Pero yo era analfabeto.

Cuando Arnaldo Milián Castro me llamó para preparar el viaje se lo confesé. No había tenido tiempo de alfabetizarme con los trajines de la Revolución. Hubiera sido una oportunidad magnífica para superarme.«Me ubicaron en una Escuela del Partido para lograr el sexto grado, y lo aprobé. Eran tiempos de mucho ajetreo. Trabajé de delegado interventor en la zona del Escambray durante el proceso de nacionalización y entrega de la tierra a los campesinos. También fui jefe de ganadería en la Granja Lenin, en Báez.»

Después lo movieron para Camagüey, donde dirigió un plan lechero, las labores de acopio en la zona de Pina y Morón.Cuando regresó a Las Villas se incorporó como jefe de un pelotón de agricultores y luego trabajó en la construcción hasta su jubilación. Participó en la ejecución de la presa del Negrito y Paso Bonito. Cumplió misión en Angola entre 1978 y 1981.

«Estuve entre los trabajadores que edificaron el hospital Arnaldo Milián Castro. Ese fue un honor. Él y yo tuvimos buenas relaciones. Era muy comunicativo e inteligente. Un hombre sencillo, pero de profundas convicciones. Un dirigente capaz y auténtico.

«Para mí el PCC constituye el escalón superior al que debe aspirar todo revolucionario. Se debe caracterizar por la transparencia, la verdad, la consagración y la entrega. Hay que ser siempre ejemplo.«La mentira cobija la traición, el oportunismo y la hipocresía, y esos males se parecen a las serpientes de cascabel, que envenenan con sus mordidas. Por eso, jamás comulgué con las falsedades, y este Partido nuestro tampoco las tolera.»   

«Yo vivo enamorado de las dos»

«Yo vivo enamorado de las dos» Por Norland Rosendo González
Foto: José Hernández Mesa

Ciriaco González es un campesino cubano que vive en el centro de la Isla y no disimula su placer por tener dos romances a la vez.

En la finca El porvenir, entre Agua Fría y La Esperanza, a unos ocho kilómetros de Fomento, 42 de Manicaragua y 34 de Placetas, vive un guajiro con dos esposas.

Con Emelina Cruz Cabello contrajo nupcias en 1953, y tienen nueve hijos —siete hembras y dos varones—, 17 nietos y ocho bisnietos. De la otra se enamoró mucho antes, sin tener todavía 10 años, y lleva seis décadas consecutivas romanceando con ella: la vega de tabaco.

Su hogar está ubicado en una de las regiones de Villa Clara que menos llueve, semejante a un semidesierto, con terrenos áridos, abundante polvo y escasa vegetación silvestre; hay pocas palmas en el entorno, y solo algunas guásimas, aroma, zarzas, ateje y unas matas de plátanos muy escuálidas rodean la vivienda, donde Emelina se empecina en cultivar rosas.

Allí tiene su fortuna Ciriaco González Cabello, un campesino de 78 años, que no cambia ese pedazo de tierra por ningún palacio citadino. El bullicio de las urbes lo desconsuela y la vida en edificios le recuerda al tocororo enjaulado.

A las diez de la mañana de una de estos días helados de febrero, lucía en plena faena su sobrio traje de campaña: botas de goma, pantalón y camisa mangas largas llenos de pelusas de tabaco, y un machete ceñido al cinto.

Usa espejuelos que le ayudan a ver mejor y protegen la prótesis del ojo derecho, afectado en sus años mozos por la patada de un buey. Desgarbado y alto, con mechones de canas que quedan por debajo de las alas del sombrero de yarey, detiene la yunta para saludarnos y enseñarnos el tramo que aún le falta por hacer antes de regresar a su casa.

«Vayan y tómenle el café a Emelina, que ahorita voy para allá.»

Ciriaco sembró para esta cosecha 200 mil posturas, en menos de una caballería de tierra (su record fue de 300 mil posturas hace varios años). Aplicando la matemática, los técnicos le auguran un rendimiento de cerca de 350 qq/cab, lo cual debe aportar, más o menos, 154 quintales de tabaco.

— ¿Mucho o poco?

—Mis cálculos son más optimistas: yo me acercaré esta vez a los 190 quintales, solo hace falta uno o dos aguaceros, porque buen clima ha hecho hasta ahora.

— ¿Y qué más disfruta usted de la vega?

Posa la mirada en la del económico de la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) a la que pertenece, y bromea, con una sonrisa silente y pícara: «cobrarla; cuánto más dinero, mejor estaba.

«Para un campesino que se ha pasado la vida en esto, resulta un premio ver la siembra parejita, con un color intenso y las matas robustas.

«A mí me encanta entrar al campo y que las puntas de las hojas rocen mi barbilla.»

— ¿Por qué siempre tabacalero?

—Yo puedo decir que nací dentro de un tabacal. La primera imagen que recuerdo del mundo es un mar verde casi infinito, y a mi padre dentro de él, enseñándome los secretos para que las cosechas fueran buenas, tuvieran exquisito aroma y rindieran lo suficiente para comer y vivir decentemente.

«Era un vejigo y ya madrugaba con mis hermanos para ayudarlos a ordeñar, y después tenía que regar posturas para seis o siete sembradores a la vez.

Poco a poco fue aprendiendo y cogiendo habilidad, porque el tabaco —asevera— tiene sus mañas, no es solo asunto de plantar, guataquear, regar el abono y el agua, cortarlo y curarlo.

«Hasta los 17 años estuve trabajando con el viejo; pero cuando cumplí esa edad me regaló una yunta de bueyes, un caballo y un pedazo de tierra, y me dijo: ‘a partir de ahora eres dueño de tu cosecha’.

«Hace 60 vegas de eso y no he dejado nunca de sembrar tabaco, ni durante los dos años que no me dieron tierras en la cooperativa y tuve que plantarlo en el área del autoconsumo familiar.

DEL GUATEQUE A LA GUATAQUEA, SOLO HAY UN CAMBIO DE TRAJE

Ciriaco era un joven analfabeto, apenas sabía de la rudeza del trabajo en el campo y las historias que hacían en la casa para espantar el aburrimiento cuando terminaban de comer, hasta que a los 18 años pensó: ‘tú no puedes quedarte sin saber leer y escribir’, y decidió ir todas las noches a caballo a recibir clases con un maestro particular por cinco pesos mensuales. En seis meses aprendió un mundo, afirma.

«Con esos conocimientos y las notas que le sacaba a un tres comprado con mis ahorros, podía conversar sin miedo con las muchachas en las fiestas, y bastante afortunado que era yo con las mujeres... »

— ¿Y cuántas novias tuvo, Ciriaco?

Mira de reojo para su esposa que está en la cocina, a unos cuatro metros, en los trajines del almuerzo. Asoma otra vez los dientes en pose de galán pícaro, estaba a punto de caer en la tentación de contar sus aventuras románticas, pero nota que dos hijas suyas están pendientes de la respuesta, y encuentra una salida genial para el trance: «esos son secretos de guerra.

«Pero sepa que no había guateque por aquí al que no asistiera, me ponía una camisa blanca, unos zapatos bien lustrados, me echaba encima el tres, que apenas llegaba al lugar de la fiesta se lo daba a uno de los músicos, y empezaba a bailar y a conversar con las muchachas...

«Y cuando regresaba por la madrugada a mi casa, a eso de las dos o las tres, no piense que iba a descansar. Como a las cuatro había que tirarse, yo prefería cambiarme el traje por el de trabajo y coger pa´l campo.

Ese era el precio de la fiesta; sin embargo, ahora son las diez de la mañana y aún los jóvenes están en la cama para reponerse de la actividad».

«Vamos a almorzar», invita Emelina, mientras le pone a su esposo un plato de harina de maíz humeante en la mesa.

«No se asuste periodista», bromea él, mirando para Antonio Rodríguez, el corresponsal de la CMHW en Manicaragua, «también hay arroz y frijoles, pero yo estoy adaptado a la harina todos los días, a veces hasta por las noches me sirvo un poco».

Ciriaco almuerza sin prisa. Tras la harina, se tomó un plato de frijoles, y otra vez harina, ahora con leche y azúcar. No sé cuándo se comió el huevo frito, pero sí pellizcó una cuña de queso blanco antes de recostarse en el taburete, como auténtica señal campesina de haber concluido.

Y DEL VERDOR AL AMOR, OTRA VEZ CAMBIO DE TRAJE

De sobremesa, con una brisa sana que mece los penachos de una de las palmas cercanas y hace tenues olas en una represa existente frente al hogar, aprovecho que está el matrimonio junto para lanzar otra pregunta íntima: ¿Cómo fue el noviazgo de ustedes?

Emelina suelta una carcajada en tres tiempos. «Cada vez que lo veía me saltaba el corazón. Eran unos brincos extraños en el pecho cuando el venía a visitarme los domingos por la tarde en su caballo dorado, con el sombrero de paño y la ropa impecable, sin una mancha de polvo siquiera.»

Y él concluye: «yo estaba loco porque llegara ese día. A la una de la tarde terminaba la faena, e iba directo para el baño y a ponerme las mejores galas, pues sabía que ella estaba en el portal de su casa esperando mi llegada.

— ¿Qué es lo que más le gusta de ella?

— ¡Cómo cocina! La harina por lo menos le queda que sabe a gloria. Vuelve a dibujar la sonrisa silente. «Eso fue un chiste, ella es una excelente esposa. Nosotros llevamos 53 años juntos y nunca hemos tenido disgustos, vivimos muy felices por el hogar y la familia que fundamos.»

— ¿Y a usted de él, Emelina?

—Que es muy trabajador. A veces siento celos de la vega, pues entra desde por la madrugada en el campo y no sale hasta que termina la norma que se impone para la jornada. Cualquiera diría que le dedica más tiempo al tabaco que a mí. Pero no lo quiero mejor, ni como marido ni como hombre, desde muy joven supe que era a quien quería para compartir la vida. Y lo logré.

— ¿Por esa envidia de Emelina es que sus vegas siempre están entre las mejores de la zona?

—Eso es el resultado de mucho trabajo. Madrugadas enteras a pesar de frío; y sobre todo, una buena preparación de la tierra. Ahora no todo el mundo puede hacerlo porque en la misma área tiene que cosechar otros productos, pero lo ideal resulta romper en julio para poder montar la surquería en agosto, y entonces tener tiempo para acondicionar bastante el terreno antes de la siembra.

«Yo amarro la vega hoy y ya mañana estoy rompiendo la tierra.

«En la punta de la reja del arado y en la guataca está la calidad de la hoja, la salud de las plantas. Claro, cuando la naturaleza no ayuda es más difícil. Aunque si uno asiste la vega como debe ser, hasta sin llover puede coger buen tabaco.»

Con tanto diálogo sobre el tema, Ciriaco descubre los deseos de Pepe, el fotógrafo, de fumar un puro, y manda a un hijo a buscar una gavilla: «le voy a hacer un tabaco con hojas de la cosecha del 2004, porque la pasada fue una de las peores de la historia.»

Lió el «mosquete» con manos de experto torcedor, y las volutas de humo confirmaron la notoriedad de sus vegas.

«¡Qué bien arde, y sabe mejor!», sentenció Pepe para agradecer el obsequio, mientras preparaba la cámara para tirarle el último flachazo al longevo matrimonio, que le echaba la comida vespertina al pródigo patio de aves.

Mi trinchera es el surco

Mi trinchera es el surco

Por Norland Rosendo González

 A sus 85 años de edad, Justino González Pérez no conoce todavía el descanso laboral. Y ahora que Fidel le pidió al pueblo en la Proclama seguir trabajando mucho y bien mientras se recupere de su enfermedad, Justino parte cada amanecer un poquito más temprano, guataca o machete en mano, rumbo a los predios de la Cooperativa de Producción Agropecuaria «Jesús Menéndez», en las estribaciones del Escambray, para cumplir con ese pedido del Comandante.

«Él es cinco años menos viejo que yo, pero tiene el ánimo y el espíritu de un muchacho. Al mundo le hace falta que Fidel siga en el combate de las ideas, con su ejemplo y su pensamiento, y la mejor ayuda que le podemos dar los cubanos para que se restablezca es continuar la vida con total normalidad, tranquilos y serenos.

«Por eso yo no voy a salir del surco hasta que vea avances en el trabajo, y trataré de hacer un poquito más de la norma, porque ese será mi aporte a su salud.

«Si él que tiene tantas responsabilidades nunca ha hablado de retirarse, cómo lo voy a hacer yo que soy un simple agricultor. Y menos ahora, que mi trinchera es el surco», aseveró.

«Como esas, y apunta para las matas recién cortadas, son la gente de Miami que festeja la enfermedad de Fidel. Qué monstruos, qué poco aman la vida de un ser humano, están hechos con la misma tripa de calabaza del presidente de ese país, George W. Bush».